miércoles, 7 de abril de 2010

LA LIBERTAD Y LA MASONERIA

Parte 1
Filed Under Freemasonry, Philosophy, Spanish
Por Julián E. Ortiz

(El siguiente artículo fue una presentación que hice ante un Congreso de Escuelas Iniciáticas en Caracas en 1992, en representación de la Masonería Venezolana, y publicado posteriormente en la revista Cábala)

La Libertad siempre ha sido uno de los tres pilares fundamentales de la Masonería Universal. Podemos decir que son deberes Masónicos el estudio de la Libertad en sus dos condiciones: exterior e interior; el esfuerzo para su idónea realización en Igualdad y Justicia; y la vigilancia para su preservación en una atmósfera de verdadera Fraternidad.
Aunque estrechamente relacionados en la mayor parte de los casos, debemos analizar las condiciones exteriores e interiores de la Libertad como cosas únicas -aunque unidas-. Habremos de llegar a la conclusión de que son necesarias una para la otra. Y veremos cómo la Francmasonería -así como los hombres y mujeres de bien- no habrán de descansar aún, hasta que se hayan cimentado de una vez los derechos del individuo en la sociedad, y los derechos de la sociedad en el individuo.
Pero antes de pasar a otras consideraciones, deberemos detenernos un momento a reflexionar sobre la naturaleza del concepto de Libertad.

De la Libertad
En el primer capítulo de la Biblia -el Génesis-, se nos dice que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Y que el primer acto de consecuencia fue la desobediencia en comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Podemos extraer varias consideraciones de esta pequeña -pero importante- simbología. La primera, que el hombre fue hecho a semejanza de Dios en el libre albedrío, esto es, en su capacidad de percibir alternativas de acción y de elegir una entre ellas. En esta condición, el hombre se eleva sobre el nivel de los instintos para situarse a la cabeza en la evolución de la conciencia en nuestro planeta. El hombre sabe de libertad porque puede pensar y no sólo actuar. El hombre piensa, elige, y entonces actúa.
La segunda consideración que hacemos es que, antes de comer del fruto del conocimiento del bien y del mal, el hombre gozaba de una libertad relativa, que mal podría llamarse libertad en el término que conocemos. ¿Por qué? Podemos imaginarnos el paraíso utópico en que hombre y mujer, desnudos de vestimenta y vicios, pasaban sus días sin querellas, en la más pura de las inocencias. ¿Podremos concebir que no haya mayor libertad? Tanto, como la puede tener un pájaro, que ciertamente despierta nuestra admiración e imaginación por su maniobrabilidad en el aire, pero que lo hace porque lo hace, por su naturaleza, sin pensarlo, sin dudar, sin elegir. Y donde no hay elección, no puede existir el concepto de Libertad.
Tenemos, entonces, que en el Paraíso ciertamente existía inocencia y paz, no así el concepto de Libertad. Entendemos que en la real inocencia no hay nombre para las ideas, porque simplemente no existen, ya que las ideas nacen del conocimiento del bien y del mal. Esta es la tercera consideración: que libertad se establece en la capacidad de elección entre una cosa y otra, y que es este potencial y logro el punto de partida para lo que es bueno y malo para uno y para los demás, en las consecuencias que estriban de la elección y, a causa de ello, el establecimiento de la responsabilidad del individuo por sus acciones.
La cuarta consideración, que el primer acto de verdadera libertad sea precisamente un acto de desobediencia, que trae como consecuencia una penalidad tan grande como la expulsión del paraíso. Este aspecto merece nuestra mayor atención porque nos lanza de lleno sobre uno de los factores más fundamentales de la libertad: su precio. La libertad -en cualquiera de sus formas- tan sólo es lograda por el esfuerzo. Para Adán y Eva y sus descendientes, ha significado el conocimiento del nacimiento con dolor y de una muerte temida, y entrambos, una vida de lucha entre los opuestos, y el basamento para las ideas de la justicia y de los derechos naturales del hombre.
Una última consideración que debemos hacer sobre este capítulo de Génesis y el concepto de Libertad; y es una aplicable tan sólo a la condición interior del individuo en su más alta aspiración: Es posible el regreso al Paraíso, donde el Arbol de la Vida es celosamente guardado por un ángel armado con la espada flamígera. No piense nadie que aquí tratamos de volver a la inocencia primal y a la inconsciencia. No, aquí no hablamos de involucionar, de regresar al Paraíso Perdido; sino más bien de evolucionar hacia el Paraíso Adquirido; uno en el que la persona ha logrado el equilibrio perfecto, convirtiéndose en un ser de Luz, alguien por encima del Bien y del Mal. Pocos lo han logrado, y han sido los Maestros que todos honramos con nuestra presencia aquí, hoy, y que han hecho posible que podamos ventilar estos ideales.
De la Libertad Exterior
Los deberes de un Francmasón se pueden resumir en tres categorías: Los deberes para con sus semejantes, para consigo mismo, y para con el Ser Supremo, a quien llamamos el Gran Arquitecto del Universo. El mayor entre los deberes para con el Gran Arquitecto del Universo es el de ser buenos albañiles en la constante construcción de Su Creación. Este deber, aunado al que tenemos para con nuestros semejantes, nos obliga a ser incansables trabajadores en el área del mundo, en el área de los derechos humanos y, por supuesto, en el de la libertad, sin la cual no es posible ningún otro derecho.
El concepto del derecho a la libertad, tal como lo conocemos, es bastante nuevo en la historia del ser humano. Y ya desde el comienzo, los Masones difundieron este principio y fueron principales partícipes en los enfrentamientos libertarios que tuvieron lugar en el mundo occidental. Comenzando hace doscientos años en Norteamérica por Hermanos Masones de la estatura de George Washington, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y otros, esta llama fue llevada a Europa por las Logias Masónicas y Hermanos que habían participado en la emancipación norteamericana, como el Marqués de Lafayette y Francisco de Miranda. Este último traería a América Latina la idea independentista, conjuntamente con los valores Masónicos.
El siglo pasado fue testigo de estos dos fenómenos: la expansión de la Masonería y de la idea libertadora. Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Páez, Sucre, Urdaneta, San Martín, Benito Juárez, Garibaldi, José Martí, Máximo Gómez y muchos otros, dieron sus primeros pasos en Logia para extenderse hacia la Humanidad.
De seguro, hubieron excesos. Podremos pensar, con razón, que la violencia no es medio alguno para el logro de un ideal. Pero es que también es verdad que no es lo mismo trabajar en el desarrollo de la libertad interior que hacerlo por la libertad exterior. Los obstáculos no son de la misma naturaleza: unos son subjetivos; los otros son objetivos, unos son mentales y espirituales; los otros son físicos y externos; unos se adhieren al concepto de libertad incondicional, mientras que los otros, por necesidad, a los de la libertad condicional.
La libertad exterior, o libertad de acción, está condicionada a que la misma no coarte la libertad o cualquier otro derecho, natural o adquirido, de los demás. Ciertamente, todos concedemos que mi libertad no se extiende hasta hacer uso de la propiedad ajena como mía, ni de privar a otro de su derecho a la vida y a la búsqueda de la felicidad.
Por ello, existe el mediador: la Justicia, el factor incondicional que condiciona la libertad de acción. Es la Justicia el equilibrio entre tu libertad y la mía. Y como sabemos, la Justicia tiene medios para garantizarla, sancionando al trasgresor de acuerdo a la ofensa, aplicando la violencia si es necesario, restringiendo -y hasta suspendiendo- la libertad.
En lo que muchos gobernantes se engañan, es en confundir ley con justicia, y como ellos hacen la ley, pensar que la justicia es patrimonio de la autoridad. Hablemos claro: la ley de los hombres está hecha por los hombres. La ley fue hecha también por Hitler, Stalin, Pinochet, Fidel Castro, y otros dictadores. Pero, como bien dijera nuestro Simón Bolívar, “Ley sin Justicia es tiranía”. En verdad, los gobiernos son juzgados con la misma medida que ellos gobiernan. Esta es la razón de la violencia que algunos generan, como ley de reacción a sus actos faltos de justicia. Ya el Hermano Benito Juárez lo dijera: “El respeto a los derechos humanos es la paz”.
Tiempo atrás, me preguntaba, si Justicia es el ingrediente necesario para una libertad exterior idónea: ¿Por qué el lema Masónico de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” no reza más bien “Libertad, Igualdad y Justicia”? ¿Por qué Fraternidad y no Justicia? ¿Acaso la Masonería desdeña o subestima la Justicia?
Entonces, ya sabía de la sabiduría que encierra el lema en sus ideales “Libertad e Igualdad”. Sin una relación armoniosa entre estas dos ideas, no puede existir una sociedad humana en paz. Piensen en esto: los “libertarios” y los “igualitarios” usualmente se enfrentan, porque los libertarios atentan contra la igualdad, y los igualitarios contra la libertad. Encontramos ejemplos de ésto, aún en Hermanos Masones que no supieron desentrañar las enseñanzas Masónicas; uno de ellos, el tristemente célebre Robespierre, quien se polarizara en el ideal de Igualdad al extremo de sumir a Francia en el históricamente conocido “Reinado del Terror”.
Tenemos, entonces, la necesidad de una armonía entre Libertad e Igualdad. Tan sólo falta el factor que los mantenga unidos y rija el bienestar social. Esto podría ser la Justicia. Pero las enseñanzas de la Masonería buscan el máximo ideal, el supremo bien. Y sabemos que la Justicia es necesaria cuando el individuo no actúa de acuerdo a los cánones del Bien. Por esta razón, un mayor ideal que la Justicia es la Fraternidad del hombre, donde la Justicia no es ya necesaria, porque el hombre deseará para su prójimo lo que desea para sí, y ahuyentará de su prójimo lo que no desea para consigo mismo.
Ilustraremos ésto concentrándonos en el individuo en sociedad: Una persona con altos valores morales nunca tendrá problemas con la Justicia. ¿Por qué? Pues porque los valores morales están por encima de la Justicia. Y la Justicia no puede tocar la Moral porque está -precisamente- basada en ella. De esto se desprende que el hombre de bien es un hombre verdaderamente libre en un sistema de justicia: no sentirá la restricción que debe existir a la elección de acciones, porque sus acciones nunca irán contra los derechos de otros. Más bien los respetará y defenderá, si es preciso. Un hombre semejante en un sistema de injusticia y violaciones de derechos, no podrá sentirse libre hasta ver reinar los valores que abraza.
Por ello, aquel que toca a las puertas de la Francmasonería ha de ser “un hombre libre y de buenas costumbres”. Libre de prejuicios, dogmas, supersticiones y fanatismo. El que sea de buenas costumbres, asegura que es un hombre “libre” en un sistema de justicia. La Masonería ha sido perseguida por estas razones y no otras; porque ha sido -y será- una amenaza cierta para los tiranos.

2 comentarios:

Alcoseri Orlando Galindo dijo...

Mirando hacia tu muerte

En una cripta solamente alumbrada por la débil luz de una vela, me
hace ver un féretro y un esqueleto, una hoja triangular y una pluma
para contestar tres preguntas, ese momento me hace recordar cuando
alguna vez estuve próximo a la muerte.
Escudriñaba esa cámara sombría detenidamente –
me obsesionaba la idea de la muerte y el paso al
más allá, de pronto giro mis ojos hacia el
féretro y me vi no sé porqué ahí dentro.
En ese momento recuerdo vívidamente un sueño recurrente. -Voy
caminando por una gran avenida, llena de ruidos y de personas en
movimiento, siento que busco algo, pero no sé que es.
Una sola idea me preocupa y embarga toda mi atención, encontrar eso
que tanto busco, entro en un edificio que parece por su gran altura
tocar el mismo cielo, subo piso tras piso, observo a hurtadillas las
puertas, preguntándome ¿cuál será? ¿Cuál será? De pronto diviso,
claramente, esa puerta, algo me dice que es esa la puerta que
necesito cruzar.
El corazón me palpita con fuerza; sé lo que debo hacer, penetro
rápidamente, la puerta se cierra tras de mí, sé que no puedo
regresar
y que el paso hacia dentro es definitivo.
Estoy ahí dentro de esa misma cámara de nuevo.
Lo único que escucho es el tictac de
un reloj. Bien sé lo que significa para mí el cadencioso rumor de
aquel reloj que marca horas distintas a las medidas del tiempo
profano, que me anuncian que pronto moriré.
Atento e inquieto, enarcando las cejas, miro a un lado y a otro,
tratando de recordar algo... Es siempre esa misma escena, un lugar
aislado y desolado, que solamente yo conozco, sumida en una profunda
soledad de un abandono que sé remota a cientos de años.
Todo está allí exacto tal cual como en el pasado que si bien he
olvidado, pero también recuerdo; pues recuerdo bien que este es el
sitio de mi sepulcro.
Avanzo, mi cuerpo es ligero y comienzo a subir una escalera bañada
por
una luz violeta. ¡Ah! Yo he subido otras veces esta escalera de
caracol pero, ¿dónde? Y ¿cuándo? Ante mis ojos absortos se extiende y
alarga, multiplicando sus escalones hasta tocar el mismo cielo.



http://groups.google.com/group/secreto-masonico

Alcoseri Orlando Galindo dijo...

Me veo en otras ocasiones subiendo lentamente la escalera como un
actor que un público silencioso contempla, pero bien sé que este
público es únicamente mi propia consciencia, y subo, subo, cada vez
más alto, estoy solo ahí, simplemente
soñando el mundo que me rodea, un mundo
que se que no existe y que yo invento, paréceme que marcho para
desafiar el destino, y descubrir el enigma, mi propio enigma.
Al final de las gradas, se alza ante mí un portal de oro, se
encuentra cerrado, pero me parece ridículo, pues a los lados del
portal no hay muros, y bien se puede pasar por un lado del portal, y
así ingresar a lo que parece ser un paraíso.
En ese paraíso todo es luz y tranquilidad, pero nada veo de pronto;
Pero luego poco a poco se empieza a dibujar una ciudad majestuosa, es
como si se respirase allí un ambiente tibio, como si irradiase una
profunda paz y armonía.
De pronto puedo sentir la mirada atenta de alguien invisible para mí,
un
toque ligero sobre mi nuca basta para hacerme recordar parte del
asunto, esto me inquieta, siento desnuda mi consciencia.
Luego avanzo, poco a poco al centro mismo, poniendo cuidado en no
mirar hacia atrás, miles de ojos invisibles me observan. ¿A dónde
voy?
Me detengo un momento a reflexionar.
Recuerdos de un pasado me atormentan, algunos tan remotos y
olvidados, que ni aún sé si realmente lo he vivido o imaginado.
De pronto mi memoria se aclara; pero no es mi memoria actual, sino la
otra, la que perdura por siglos.. Me recuerda que tengo una misión
que
cumplir, una misión inexorable para llenar, un deber imperioso del
que
jamás podré eximirme hasta que haya sido cumplido. ¡Eso es! ¡Eso es!
Y
ahora lo recuerdo vívidamente; es alguien que me espera y me llama
desde entonces, desde aquellos tiempos remotos; alguien que está
allí,
no sé dónde, agitando sus manos, tendidas hacia mí para tomar mis
manos.
Mi consciencia despierta, ¡anda! Es necesario cumplirlo rápidamente,
yo apresuro el paso, que de pronto se convierte en carrera, en una
carrera desenfrenada.
El dolor que siento en la frente me advierte que tengo las cejas
levantadas en arco con expresión de angustia, ¡si llegare, si llegare
aún es tiempo! Llego al fin a la ultima puerta, mi corazón late con
fuerza, toco a la puerta.... veo girar la manivela ¡la puerta
comienza
a abrirse, lenta, lentamente!
Y lo que veo tras ella es imposible de describir y a la vez
sorprendente.