domingo, 28 de diciembre de 2008

EL LUBETON


Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue un domingo soleado en la Plaza de Armas de Sullana, tenía doce años de edad y una ceremonia que allí se realizaba llamó mi atención. Un grupo de hombres ceremoniosos vestidos con traje oscuro pese al sofocante calor de la mañana, plantaba un árbol. Entre ellos, pude distinguir a conocidos hombres de negocios, a representantes destacados de la ciudad y a un compañero de estudios que acompañaba a su padre.

El árbol que plantaban era una Acacia, al que llamaron “árbol de la fraternidad”. De los discursos que escuché a esas personas que extrañamente se llamaban hermanos entre si, recuerdo sólo algunas palabras que llamaron mi atención: “Templo Interior”, “Perfeccionamiento” y “Gran Arquitecto del Universo”. Hoy tal vez, no evocaría ese episodio, si al día siguiente no se me hubiese ocurrido preguntarle al profesor de mi clase, acerca de esas palabras y de esa ceremonia. Entonces, por primera vez, escuché hablar de los masones y de la Masonería. Mi profesor era un Hermano Marista y en aquellos tiempos, la iglesia Católica tenía una posición muy beligerante para con nuestra Orden y para con sus integrantes.

El Hermano Marista durante toda la semana nos machacó a los alumnos de la clase, acerca de “esa organización de hombres malvados que realizan misas negras en honor del Maligno y que hasta compran a malos católicos, hostias consagradas para pisotearlas y bailar encima de ellas”. Después de cada perorata del profesor, aprovechamos los recreos para pedirle a nuestro compañero hijo de masón, desmentir o confirmar tales afirmaciones. El lubetón hizo suya la defensa de la institución de su padre y lo hizo con decisión y sin tregua, con pasión y sin temor, esgrimiendo argumentos con tal poder de convicción, que hoy, después de tantos años, lo recuerdo con ternura y admiración. Porque sin proponérselo, hizo que de una clase tan pequeña como la nuestra, por lo menos cuatro de sus miembros abrazáramos con orgullo la noble causa de la Masonería.

Tengo un hijo varón de catorce años, que a veces me pregunta sobre la Orden, entonces procuro darme tiempo para responderle e instruirle discretamente. Le hablo de generalidades, es cierto, pero quiero que tenga una idea somera de los objetivos de nuestra Augusta Orden, que conozca que entre sus integrantes hay una legión de hermanos que han destacado en todos los campos del quehacer humano. Me llenará de orgullo saber que un día cualquiera, él también aprovechó la oportunidad que tuvo ese niño del valle del Chira, para desmentir los infundios que aún circulan por allí, acerca de nosotros.

Me interesa que sepa que, los masones nos consideramos hermanos, que nos ayudamos unos a otros sin distinción de raza, nacionalidad, credo religioso, color de la piel, ni de clase social, pues todos nos consideramos iguales. Que sepa que estamos abiertos a escuchar todas las ideas y doctrinas que procedan y se sustenten en la razón. Que somos un crisol donde se funden armoniosamente todas la ideas, que en tanto no aceptamos dogmas de ningún tipo, todo puede ser materia de estudio e investigación. Que buscamos la Verdad y el Bienestar para todos los seres humanos, pero que además creemos en Dios y en la inmortalidad del Alma.

Quiero que sepa que todo francmasón se distingue por ser un hombre de bien y de buena voluntad, tolerante para con los demás y siempre dispuesto a buscar la sabiduría y el crecimiento espiritual. Por eso, es tan importante para mi, corregir cuanto antes las aristas de mi personalidad, porque para él, seré el masón que más conocerá y si le fallo, no creerá ni en mi ni en nuestra Augusta Orden.

Es cierto que sólo soy un Aprendiz, que son muchas las cosas que tengo que aprender, y es tan poco lo que puedo enseñarle, pero por eso, me esfuerzo en ser un Aprendiz activo y diligente que quiere progresar iluminadamente por el sendero de la Verdad y la Virtud. Esta es mi meta, ésta es a fin de cuentas, una parte del Cargo que me hizo el H:. Capellán el día de mi Iniciación, que escuché con atención y que prometí cumplir cabalmente.

Creo que los HH:. deberíamos replantearnos la conveniencia de darle a nuestros hijos varones, un panorama claro de los objetivos de nuestra Sociedad, buscando generar en ellos sentimientos de afinidad y pertenencia. Entonces, no tendríamos dificultades en la búsqueda de adeptos ni en la selección de candidatos y nuestras columnas se verían permanentemente reforzadas con piedras de buenas y probadas canteras. Los lubetones deben ser motivo de interés para la Orden, tanto como lo son los Candidatos y los Aprendices. Eso creo, fortalecería enormemente a nuestra Institución.

El día que mi lubetón adquiera su mayoría de edad y decida optar por nuestra Fraternidad y los QQ:. HH:. de mi taller lo conviertan en un Recipiendario, sé que me pondré nostálgico y se me humedecerán los ojos, porque volveré a recordar con ternura y admiración, a ese hijo de masón de aquel domingo soleado de hace tantos años en la Plaza de Armas de Sullana.

Q:.H:. Tulio Manrique Trelles
R:.L:.S:. “Enrique Meiggs” Nº 34, Gran Logia del Perú

1 comentario:

Anónimo dijo...

mi abuelo es el VM:. JULIO GRIEVE VASQUEZ ACUÑA SALUDOS BUEN TRAZO HH:.